Fui una de las primeras
en ser colgada del pino natural que ese año adorna la sala. Me pusieron hasta
arriba, muy cerca del puesto destinado a la estrella.
Los
niños de la casa reían y acomodaban los demás, la madre llego un poco más tarde
y unión su risa a la de sus hijos mientras juntos entonaban villancicos.
Cuantos casi todos los adornos estuvieron en su lugar esperaron a su padre para
poner las luces de colores. Finalmente, para dar un último detalle a su obra,
el niño cargo en sus hombros a su hermana y ella coloco cuidado sanamente la
estrella dorada en la cima del pino.
Los días siguientes
estuvieron llenos de amor y de cariño, la familia cenaba junta en la sala
mirando el árbol, con el sonido de su alegre charla llenando el silencio. Eran
estas las escenas que tanto disfrutaba observar, las que hacían que todo el
tiempo de espera guardado dentro de una bolsa valiera la pena.
El día de Navidad,
obsequios envueltos en papeles de colores brillantes rodeaban el árbol, no eran
grandes, pero a juzgar por la expresión de quien lo abría, no podrían estar más
contentos; en ocasiones incluso llegue a pensar que era más la felicidad de
aquel que entregaba el regalo que de quien lo recibía.
A partir del día
siguiente la emoción fue muriendo poco a poco y cuando llego el momentos de
guardar de nuevo los adornos, los niños pelearon porque nadie quería hacerse
cargo, y la madre enfadada simplemente me arranco con brusquedad del árbol y me
lanzo a una bolsa de plástico junto con las otras esferas que amortiguaron mi
caída. Y mientras la escuchaban suspirar exhausta agradecía salir solo una vez
al año cuando la gente se daba un poco de tiempo para estar contenta y
compartir.
Es desde ZONA LUZ CITY.
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