Concebido y realizado por el escultor colombiano pero
avecindado en Yucatán don Rómulo Rozo, el Monumento
a la Patria es el primero que se levanta a la nacionalidad en México y en
el continente Americano. La obra se comenzó a construir el 7 de marzo de 1945 y se inauguró el 23 de abril de 1956. Participaron también los arquitectos Manuel y
Max Amábilis y el maestro de obras Víctor Nazario Ojeda.
Se dice que la obra tuvo su origen en un concurso convocado por la Universidad de Yucatán (hoy UADY), para la realización de un monumento que se dedicaría a la bandera, proyecto que en manos de Rozo evolucionó hasta lo que ahora conocemos.
El monumento, ejemplo de la arquitectura neoindigenista o neomaya (como parte del movimiento nacionalista), consiste en un hemiciclo central con dos rampas, una escalera y una fuente, con un diámetro externo total de 40 metros. En la fachada del monumento que da al norte, en la parte cóncava inferior, hay un espejo de agua con un pretil en piedra que reproduce al lago de Texcoco, en el cual se reproduce al águila luchando contra la serpiente, sobre un nopal, símbolo de la fundación de Tenochtitlán, el origen de la cultura mexica. En torno a él, el monumento muestra labrados los escudos actuales de los 31 Estados de la República, incluyendo el Distrito Federal.
Por las paredes superiores de la mole de piedra desfilan los cuerpos y rostros de un buen número de personajes claves en la historia, política, literatura y arte de México e incluso de América. Visto desde la parte frontal, de derecha a izquierda se ubican, en la primera sección, los principales personajes de la Colonia, en la central, la representación de la Patria en una figura femenina mestiza, ataviada con vestimentas de tendencia prehispánica maya y en cuyo interior arde permanentemente la lámpara cóncava. Hacia la izquierda se ubican personajes de la Reforma, la Revolución y el México contemporáneo, de manera tal que un recorrido por este monumento es un viaje a través de la historia de México y además un recorrido fisionómico por los rostros de los hombres y mujeres que escribieron con su vida la historia de nuestro país.
Además, hay cuatro columnas con pebeteros que flanquean la escalera central cuyas rampas representan las cuatro divinidades mayas que desde el cielo fecundan la tierra. En la parte cóncava del monumento hay una representación de la ceiba sagrada de los mayas “el árbol del linaje de los Itzá… la tribu más culta del continente indoamericano”.
Se dice que la obra tuvo su origen en un concurso convocado por la Universidad de Yucatán (hoy UADY), para la realización de un monumento que se dedicaría a la bandera, proyecto que en manos de Rozo evolucionó hasta lo que ahora conocemos.
El monumento, ejemplo de la arquitectura neoindigenista o neomaya (como parte del movimiento nacionalista), consiste en un hemiciclo central con dos rampas, una escalera y una fuente, con un diámetro externo total de 40 metros. En la fachada del monumento que da al norte, en la parte cóncava inferior, hay un espejo de agua con un pretil en piedra que reproduce al lago de Texcoco, en el cual se reproduce al águila luchando contra la serpiente, sobre un nopal, símbolo de la fundación de Tenochtitlán, el origen de la cultura mexica. En torno a él, el monumento muestra labrados los escudos actuales de los 31 Estados de la República, incluyendo el Distrito Federal.
Por las paredes superiores de la mole de piedra desfilan los cuerpos y rostros de un buen número de personajes claves en la historia, política, literatura y arte de México e incluso de América. Visto desde la parte frontal, de derecha a izquierda se ubican, en la primera sección, los principales personajes de la Colonia, en la central, la representación de la Patria en una figura femenina mestiza, ataviada con vestimentas de tendencia prehispánica maya y en cuyo interior arde permanentemente la lámpara cóncava. Hacia la izquierda se ubican personajes de la Reforma, la Revolución y el México contemporáneo, de manera tal que un recorrido por este monumento es un viaje a través de la historia de México y además un recorrido fisionómico por los rostros de los hombres y mujeres que escribieron con su vida la historia de nuestro país.
Además, hay cuatro columnas con pebeteros que flanquean la escalera central cuyas rampas representan las cuatro divinidades mayas que desde el cielo fecundan la tierra. En la parte cóncava del monumento hay una representación de la ceiba sagrada de los mayas “el árbol del linaje de los Itzá… la tribu más culta del continente indoamericano”.
www.yucatan.turista.com.mx
Es el primer altar que se
levanta a la nacionalidad en México y en el continente Americano, realizado por
el maestro colombiano Rómulo Rozo.
Se ubica en el cruce del Paseo de Montejo y la Avenida Campo Deportivo.
Fue inaugurado el 23
de abril de 1956, por el Sr. Presidente de la República Adolfo Ruiz Cortines,
Es el único monumento tallado en piedra directamente, en el mundo y en nuestro
siglo atómico.
Simboliza el lago de
Texcoco, la eterna armonía, la tradición. Sus 31 columnas representan los 28
estados de la república Mexicana, 2 territorios y el Distrito Federal.
Se representan en esta obra la etapa de la colonia, la independencia, la reforma y la revolución.
Es un hermoso recorrido por la historia de México, como una
enorme cadena, cuyos eslabones están formados en todos los metales, desde el
más noble y rico, hasta el más humilde, haciendo de éste, un monumento a
la patria completo
y armonioso.
El gran monumento, que se levanta en la tercera glorieta del Paseo de Montejo en nuestra blanca Mérida, es un hemiciclo que ocupa un cuarto de hectárea. Coincidiendo con el eje de nuestra gran avenida, el centro del círculo determina también la alineación de la figura principal, una escultura de 14 metros de altura con faz de mestiza reciedumbre, mirando hacia el sur, llevando en su seno el fuego sagrado de la vida.
Esta imagen de la Patria porta
un collar de jade del que pende un pectoral en forma de caracol; su pecho,
apenas insinuado, lo cubre una cota decorada con serpientes emplumadas, que,
junto al dije del collar, sugiere el origen marino del pueblo de los itzaes.
Las manos, adornadas con brazaletes, sostienen un portaestandarte y debajo de
éste se observa el escudo de la ciudad de Mérida, y más abajo, la típica choza
resguardando la llama votiva. Circundando dicha imagen, una alegoría de
ofrendas representan los frutos de la tierra, así como el producto del trabajo
de los artistas, en mano de doce deidades que a manera de las 9 musas clásicas,
cada una representa a una de las bellas artes y de los oficios del mundo
prehispánico. Rematan el conjunto central, a ambos lados de la cabeza de la
imagen de la Patria, dos figuras fantásticas mitad pez y mitad ave, que
representan la soberanía sobre los cielos y los mares territoriales. En la
parte inferior, dos caballeros tigres provistos de flechas postrados en tierra
protegen el fuego sagrado, representando las fuerzas armadas de nuestro país. En
la cara del muro frontal, en dirección hacia el sur, a ambos lados del grupo
central, así como en la cara opuesta que mira hacia el norte, podemos admirar
la marcha de nuestra historia patria, en relieves de portentosa talla donde se
aglutinan las imágenes de protagonistas, que en alguna forma la conformaron con
sus hechos o sus decisiones.
Por
medio de sus obras, sobre todo el Monumento a la Patria, el recuerdo de Rómulo
Rozo está presente y perdurará en la historia. Nacido en Chiquinquirá,
Colombia, el artista sudamericano realizó en Mérida la más importante de sus
obras: el Monumento a la Patria, único en el país. En Yucatán pasó los últimos
33 años de su vida. Falleció en 1964 y sus restos fueron depositados al pie de
la magna obra de piedra tallada, que por medio de imágenes y figuras de
diversos personajes narra la historia de México, desde antes de la Conquista
hasta las primeras décadas de este siglo. El sentido de Patria o casa de los
padres, que Rozo logró plasmar en el Monumento a la Patria, es algo más que su
natal Colombia: representa a toda Iberoamérica. Gracias a este pensamiento de
unión y hermandad que Rozo logró sintetizar en la magna obra, su recuerdo
vivirá por siempre en la historia, pero sobre todo en Mérida, donde Rómulo
vive, donde Rozo se quedó eternamente.
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